POR MIRTA EVA RUIZ
Sumergirnos en los vastos caminos del tiempo/ que los silencios crujan/ y despierten las voces somnolientas.
Voltear la vista y nuestros ojos se asombren/ ante la huella de los grandes/ que dejaron su impronta cristalina...
En aquellos lejanos amaneceres de trovadores, juglares y poetas; de feudales y caballeros, donde se mezclaba el incienso místico con las profundas transformaciones sociopolíticas, ya en el distante esplendor del Imperio Romano, se mecía en la cuna de nuestra lírica, una voz, que perduraría lustrada por los siglos hasta los umbrales de nuestra época: la de Guido Cavalcanti.
Poeta italiano nacido en Florencia en 1.255 y fallecido en 1.300.
Activo militante y dirigente de uno de los partidos rivales durante la guerra civil de Florencia. En 1.300 debió exiliarse en Sarzana, en el noroeste de Italia, por razones políticas; allí, contrajo malaria y murió poco después de su regreso, en su lugar de nacimiento.
A pesar de sus convicciones políticas se casó con la hija del líder opositor, Beatrice Farinatta, pero durante una peregrinación a Santiago de Compostela, conoció a otra dama que al parecer dedicó sus poemas más emotivos y dolorosos.
Sin duda alguna puede decirse de Guido Cavalcanti que fue el primer poeta italiano digno de este nombre, y quién instaló un nuevo estilo en la poesía que venía dándose con los trovadores, y que él consideraba una forma vulgar y grotesca de la misma. Hubo precursores que comenzaron haciendo camino en esa nueva escuela pero, definitivamente, el creador y el poeta del Dolce stil nuovo (dulce estilo nuevo) es Guido Cavalcanti.
Él, es el único que logra conjugar en un nivel de perfección, la ciencia y el arte.
Enamorado de la lengua natal, compuso una gramática y una retórica; luego complaciéndose en esos estudios retóricos, volcó dicho arte en composiciones de rimas en vulgar, elegantes y artificiosas, que causó gran impresión en sus contemporáneos ante un artificio tan nuevo, explicado como ciencia y aplicado como arte.
De ahí que Guido se convirtió en jefe de la nueva escuela y en creador del nuevo estilo, oscureciendo a sus precursores.
Era considerado excelente no sólo por la expresión rebuscada y elegante, sino por su alta filosofía; así, conquistó el primer lugar entre sus contemporáneos que honraban en él, al sabio y al artista.
Este “dulce estilo nuevo” se caracterizó por el amor cortés, el amor gentil, el fino amor, la idealización del mismo y de la mujer.
Es el primer poeta que posee el sentido y el afecto de lo real.
Las generalidades huecas de los trovadores, convertidas luego en contenido científico y retórico, son en él cosa viva, porque cuando escribe en busca de solaz y de desahogo, expresan las impresiones y los sentimientos del alma.
La poesía que antes pensaba y describía, ahora narra y representa, no con la simpleza y a la ruda manera de los poetas antiguos, sino con aquella gracia y perfección a que había llegado la lengua, usada por Guido con tanta maestría.
Su poesía fue agrupada bajo el nombre genérico de “Rime” (rimas), que contiene sonetos y baladas.
En la segunda mitad del mil doscientos, los dos centros de la vida italiana eran Bolonia y Florencia; una centro del movimiento científico, la otra centro del arte. El impulso científico que emergía de Bolonia, desterraba la superficial galantería de los trovadores. Así, la época de los poetas espontáneos y populares concluía para siempre.
El nuevo poeta escribe con intención, para difundir la verdad y divulgar los fenómenos más recónditos del espíritu y de la naturaleza. Hay una intención científica, pero también una intención artística, la de adornar y embellecer.
(He aquí la poesía, siendo el lenguaje por excelencia para conciliar los límites de las posibilidades expresivas de las palabras, con el reclamo que éstas formulan de comunicación entre la gente).
Il Dolce stil novo (de la expresión toscana) tuvo diversas fuentes, pero es necesario en primer término, mencionar a los poetas más importantes que la conformaron en aquella mitad del siglo XIII. De ese “dulce estilo nuevo”, según De Sanctis, el precursor fue Guido Guinicelli, el artífice Cino de Pistoya, primer jurisconsulto de la época y, el poeta, Guido Cavalcanti eximio filósofo. Éste no buscó agradar, ni efectismos, ni impresionar con la sutileza de la doctrina y la retórica, sino que se expresa a sí mismo, cómo se siente en un determinado estado de ánimo, y no pretende sino desahogarse, expandirse, señalando la ruta en la cual Dante Alighieri, su admirador y amigo de toda la vida, hiciera tanto camino logrando superarlo.
Esa profunda amistad con Guido, lo lleva a Dante a dedicarle su obra “La Vita Nuova”(La Vida Nueva).
Estos poetas configuraron el desarrollo teórico, filosófico y metafísico de la fenomenología amorosa. Desde el punto de vista formal, los metros más usados por esta escuela poética fueron el soneto, la canción y la balada, compuestos en endecasílabos y heptasílabos.
De las fuentes que se nutrió este nuevo estilo, es de mencionar: La mayoría de los stilnovistas pasaron por la universidad de Bolonia, muy influída por entonces, por el pensamiento aristotélico tomista. 2) La escuela poética siciliana de la mitad del siglo XIII, pionera en el empleo de la lengua vernácula vulgar y a la que se deben formas como el soneto, creado por Giácomo da Lentini) 3) La misma tradición trovadoresca de la que toma las convenciones del amor cortés (trasfondo de la experiencia amorosa, concepto de gentileza, e idealización de la mujer). 4) El franciscanismo que valoraba la sinceridad y la armonía entre el hombre y la naturaleza.
En la poesía de Cavalcanti podemos apreciar un intenso lirismo, una delicadeza y pureza en el lenguaje y la forma, como así también observar un profundo sentido filosófico y la exaltación del amor. Él considera a éste como el responsable de la salud del cuerpo y del alma; que el amor no correspondido golpea, hiere, ahoga en tristeza al amante y lleva a debilitar el espíritu.
Desde la mirada de este siglo, se torna difícil entender ese sentimiento amoroso plasmado en su obra, donde sus poemas respiran ese profundo lirismo que ensalzan, idealizan y deifican a la mujer amada, convirtiéndola en una fuerza capaz de todo poder y milagro, como se puede apreciar en Un hermoso retrato de mi amada: “...cura a enfermos/ a demonios expulsa/ y a ciegos ojos/ hace ver sin velos”.
La obra de Guido Cavalcanti es un canto refinado al amor. El amor como pasión enfermiza que llena la mente de sombríos fantasmas, sosteniendo que el deseo es un camino hacia la enfermedad y hacia la sombra de la muerte.
Vemos también a un Guido escribiendo por catarsis y alivio del alma, renunciando al amor carnal, quedándose en la contemplación estática de la belleza espiritual femenina.
La distancia se hace más honda, cuando se ve esta falta de la vertiente amor-pasión, ya que en pleno siglo XXI al eclipse de lo sagrado, ha seguido la liberación sexual rompiendo definitivamente con el amor cortés.
Para Cavalcanti el llamado de la carne no puede prorrumpir donde camina “la gentil y honesta Beatriz” que con su presencia elimina toda introducción pasional. El amor se alimenta de miradas, sonrisas, alabanzas, saludos, temblor, éxtasis, en todos los tópicos del stilnovismo.
En él está presente la dicotomía amorosa de ascendencia Platónica entre amor terrenal y amor celestial, reelaborada por el neoplatónico Plotino que se preguntaba si “el amor es un dios o un demonio, o bien una pasión del alma o los dos conjuntamente”.
Cavalcanti acentúa el carácter irracional y violento del amor, en el que el deseo erótico se mezcla a menudo con el deseo de muerte.
Esta ideología se puede apreciar en lo que se consideró su arte poética: Donna me prega y que al parecer, estaba destinado a ese amor secreto por la mujer que había conocido en su peregrinación a Santiago de Compostela.
Donna me prega –per ch eo voglio dire
D un accident che sovente è fero...
Ed è sì altero –ch è chiamato amore
(...)
Di sua potenza segue spesso morte.
“Una dama me ruega/ para que yo me preste a hablar/ de un acontecimiento a menudo feroz/ y tan altivo llamado amor (...) De su poder a menudo sigue la muerte”.
En esta canción traducida y comentada por Ezra Pound en el siglo XX, Cavalcanti da forma dramática al tema del amor destructor, al contrario de los stilnovistas como su gran amigo Dante y Cino de Pistoya.
El Dolce Stil Nuovo ejerció un extenso influjo sobre poetas posteriores, en especial Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio entre otros, y se convirtió en elemento constitutivo de toda la poesía europea de los tiempos modernos.
El influjo de esta manera literaria trascendió hasta repercutir vigorosamente en otras artes, como por ejemplo en la pintura de Sandro Botticelli.
Sin Guido Cavalcanti y demás poetas de esta escuela, no podría haber irrumpido el romanticismo del siglo XIX, llevado a una concepción como la del hombre rendido a la mujer, además de otros matices semejantes.
También, el hermetismo de sus poemas tiene que ver con lo desarrollado posteriormente por los simbolistas como Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, etc. que a la vez fueron la base de la concepción contemporánea, de la literatura en general.
A través de los siglos su lumbre resplandece, y se hace camino, senda, huella siempre transcurrida, en su poética habitada por las luces y las sombras.
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