jueves, 1 de marzo de 2012

DIJE: ¡NUNCA MÁS!


Elijo a THE RAVEN (El cuervo), precisamente porque es el más conocido, la obra fue adquiriendo forma gradualmente con la precisión y la consecuencia rígida de un problema matemático.

La primera condición que tuve en cuenta era la que se refería a la extensión. Si un trabajo literario es demasiado largo para que pueda ser leído de una sola vez, debemos resignarnos a no aprovechar el efecto importantísimo que deriva de la unidad de la impresión; pues si es necesario leerlo en dos ocasiones, los asuntos del mundo intervienen en el ínterin, y como consecuencia, se pierde todo aquello que se asemeja a una impresión total. en todas las obras de arte, existe un límite en lo que atañe a la extensión. Dentro de ese límite la extensión del poema puede guardar una relación matemática, decidí concebir una extensión de cien líneas más o menos. En realidad, el poema tiene 108.

Después mi pensamiento se concentró en la elección de la impresión, o sea el efecto que debía comunicarse al lector. Designo a la Belleza como provincia del poema simplemente porque es una regla evidente del arte que los efectos deben surgir de causas directas. Recurrí a la inducción corriente con el propósito de lograr cierta acrimonia artística, un eje sobre el cual la estructura pudiera dar vueltas.

Me propuse producir continuamente efectos nuevos mediante la variación en la aplicación del estribillo. Determinado el sonido del estribillo, fue necesario elegir una palabra. No hubiese sido posible pasar por alto la palabra «Nevermore» (Nunca Más). En verdad, fue la primera palabra que acudió a mi llamado.

Lo que necesitaba después era un pretexto para poder usar continuamente la palabra «nevermore». Lo primero que evoqué fue un loro, pero de inmediato lo reemplacé por un cuervo, pájaro de mal agüero, el cual repetiría en forma monótona la palabra «Nevermore» al terminar cada estrofa en un poema de tono melancólico. Me pregunté a mí mismo: «De todos los temas melancólicos ¿cuál es, según el entender humano, el más melancólico?» La muerte, fue la respuesta inevitable.

Ahora era necesario combinar dos ideas; la del enamorado que llora la muerte de su amado y la del cuervo.

Comencé por establecer en mi mente la pregunta final –esa pregunta a la cual «Nevermore» pudiera ser en último término una respuesta– esa pregunta en respuesta a la cual la palabra «Nevermore» implicara la pena y la desesperación más agudas concebibles.

Puede, por lo tanto, decirse, que este es el momento en que comienza el poema; es decir, con el final, allí donde debería comenzar todas las obras de arte, pues fue a esa altura de mis preconsideraciones que me puse a componer la estrofa:

«Prophet!» said I, «thing of evil! Prophet still if bird or devil!

By that Heaven that bends above us – by that God de both adore–

Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aiden,

It shall clasp a sainted maiden whom the angels name Lenore–

Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore–

Quoth the Raven, «Nevermore»

Oh! Profeta, dije entonces,

/«ser maligno», oh Profeta

Por el cielo que nos cubre,

/por el Dios que veneramos,

Dile a esta alma consumida de

/dolores, si en algún Edén lejano,

Volverá a tender los brazos a la más pura mujer a quien

/llaman los arcángeles Leonor,

La radiante, rara virgen a quien

/llaman los arcángeles Leonor.

—Dijo el Cuervo. «Nunca más»

No pretendo que el ritmo o el metro de «El Cuervo» sean originales. Al llegar a la mitad del poema recurrí nuevamente a la fuerza del contraste, cuando el Cuervo hace su aparición en el cuarto, entra con bastantes revoloteos y coqueteos. Es un cuervo que ha aprendido de memoria una sola palabra de dueño golpeando con sus alas los vidrios de una ventana iluminada a fin de encontrar un refugio seguro.

El enamorado ya no bromea ni siquiera se da cuenta de que la conducta del cuervo es harto insólita. La fantasía del pensamiento tiende a colocar la mente en el marco apropiado del desenlace. Las Palabras «fuera de mi corazón» junto con la respuesta «Nevermore» entran en el lector que comienza a considerar al Cuervo como un símbolo del Recuerdo, triste e imperecedero.








Del libro: «La filosofía de la composición», seguida de El Cuervo de Edga Allan Poe, Reino Imaginario, México, 1994 (Traducción Carlos María Reylés)


REVISTA LA GUILLOTINA Nº 17 TERCERA ÉPOCA INV-PRIM/2010


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