jueves, 1 de marzo de 2012

EL ORÁCULO DE GUSTAVO CAZENAVE

El poeta Gustavo Cazenave creó «EL ORÁCULO» en septiembre de 1994 y su primera presentación pública se llevó a cabo en el Bar Brown de Adrogué; a partir de aquella fecha incursionó ante variados auditorios, incluso se constituyó en ícono de Paralengua. El personaje de toga y con una capucha en la cabeza, se somete todavía hoy a las más intrincadas preguntas que se le formulan, respondiendo las mismas con un discurso poético, en las que se evidencian las particularidades propias de Gustavo en su sentir, tales como un surrealismo de alto vuelo, el misterio y la belleza de su decir y su clara postura que radica en que la vida es igual al arte y viceversa. Este diálogo que entablamos con él, consta de varias preguntas y una en particular dirigida a ese que nos convoca.

por CAYETANO ZEMBORAIN



¿Cuál fue la razón que te impulsó a crear a crear «EL ORÁCULO»?

El oráculo nace de una necesidad de despersonalizar el acto poético, el que a mi entender como todo acto humano, queda confinado muchas veces al resguardo del egocentrismo y la vanidad.

Nace también de una relación con lo tenebroso y sombrío, desde el juzgar tradicional, que no comparto para nada.

La presencia de alguien vestido de negro y con el rostro cubierto, refiere tan solo a una forma posible; sin que esta tenga que ver con lo tenebroso o satánico.

Siempre me fue fácil discernir entre la forma y los contenidos. Esto, elemental para mí, aún no ha sido asimilado por el público que se planta frente a la imagen descripta.

¿Podrías describir el mecanismo que se utiliza en sus presentaciones?

Es muy sencillo, yo percibo con facilidad lo que el público pregunta, aunque esto no necesariamente esté implícito en su requerimiento; y en base a esa percepción, respondo. Incluso cuando la pregunta es en exceso banal, algo muy acostumbrado por algunos «poetas», suelo entregar migas de su misma carne pudriéndose...como todo plato.

Gustavo, a él se le pregunta y responde poéticamente ¿el interrogador satisface su inquietud o solo se le da indicios para buscar por sí mismo la respuesta?

Hay gente que se acerca movida por el dolor, quienes por el embrujo y otros por el miedo.

A todos doy cobijo en la desnudez y el desasosiego. Que es la forma de volverlos a la conciencia luego de la respuesta pertinente. Nadie puede responder la gran pregunta que sugiere este acto, ni el público que inquiere, ni el oráculo que responde. Las precisiones y las confirmaciones son las delgadas telas de un andrajo que jamás nadie vestirá.

¿Tiene entonces similitudes con el proceder de los maestros zen?

El maestro usa su gesto y sus ojos en aquella empresa. Yo estoy exento de ellos con lo cual despersonalizo aún más la métrica, y me permito rodear al público con la estela del vacío que el maestro ha expuesto en su marco. Aquí entonces, sin maestros ni señales posibles, se despierta en el éter que da la sombra que sostengo. No reconozco mérito alguno en ello. Ni lo sueño, ni lo apaño.

En algún momento aparece Roberto Cignoni con otro personaje vestido también de toga y capucha, respondiendo como lo hace «EL ORÁCULO» o entablando un diálogo inevitable ¿qué apreciación te surge de dicho mix?

Somos lo bastante disímiles el uno del otro como para pensar que existe un vínculo de pertenencia entre ambos. Él produce una turbulencia con su voz quebrada que invita al oráculo a hurgar en el estallido de las sangres, y convidar de esta comidilla a gusanos propios y ajenos.

A veces el silencio pastoso de la audiencia, consigue hacer vibrar las cuerdas de un laúd oculto que gratifica a ambos con su opaco quejido. Es una forma gratificante para ambos de que el público sobre el silencio nos permita volver a nuestra cotidiana charla.

Gustavo ¿es una preocupación tuya que la poesía que hacés se evapore?

El poderoso ego del poeta ancla toda creación posible al marco de su nombre. Por eso soy viento. Sin ancla ni fijado posible en ninguna referencia. No me seduce la pertenencia a nada, ni ahora ni nunca. Todo lo demás son fofos escalones del ego, inconducentes y torpes. La poesía respira entre las piedras, los murciélagos de las cornisas, y en los aguijones de las reinas.

Quienes la busquen en algún nombre, solo confinan la percepción al sitio aprehendido. Pierden delirio y sortilegio en la misma jugada...

Pregunto a «EL ORÁCULO», comulgando con Heidegger que sostiene que hombre es el ser que pregunta por su ser ¿por qué y para qué los hombres estamos en el universo?

Buscando la respuesta salvadora a todos los sueños que han escapado. Invitando también al tiempo a lucir una gala ajena. Y sobre todo, seduciendo al remedio a seguir nuestro penoso derrotero en busca de la fortuna de una salvación grávida y contenedora.


REVISTA LA GUILLOTINA Nº 17 TERCERA ÉPOCA INV-PRIM/2010


No hay comentarios:

Publicar un comentario