Porteño y de Estudiantes
Uno vivió humillado y ofendido,
se sintió negro, paria,
risible minoría adventista,
croata o bicho raro.
Uno aguantó silencios,
miradas bocayunior,
sonrisas riverplei
y condolencias.
Uno sufrió, mintió,
dijo no es nada,
se congeló el amor en un descenso,
honestamente quiso sacudir su carga.
Uno debió explicar con voz de tío
que había una vez un Lauri,
y había un Guaita,
y había una delantera,
y había un sueño dragón y una princesa,
y había un rey Estudiantes de La Plata.
Uno dejó colgada durante veinte años
la foto de Zozaya,
porque sí, porque bueno, por costumbre,
porque le daba no sé qué sacarla.
Y un día la sacó
como se sacan
los relojes viejos,
el diploma de sexto
o las nostalgias (estaba desteñida y amarilla,
y en la pared quedó como una marca o un fantasma).
Uno se fue, se rechifó del fútbol,
por despecho se volvió criticón y sociológico;
se dedicó al latín, al mus, a la política,
al ajedrez, al sánscrito, a la siesta,
a la literatura, o a Beethoven,
o simplemente a nada.
Y se indignó
y habló del opio de los pueblos,
y la revolución que se vacía en el vicio de las canchas.
Y aguantó como un hombre,
y vio a su hijo colgar la foto de Rattin
(justo en aquella marca)
y lo vio bostezar
de tanto cuento viejo y tanto Lauri,
tanta caperucita y príncipe encantado
y tanto rey Estudiantes de La Plata.
Uno vivió humillado y ofendido
se sintió negro, paria,
risible minoría adventista o croata.
Entonces
¿se dan cuenta
por qué ando así
bastante bien últimamente
con sonrisa de obispo
y con dos alas?
PUBLICADO EN EL Nº 11 INVIERNO 2007
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