lunes, 28 de septiembre de 2009

HUGO ACEVEDO


MI TRADUCCIÓN
De un idioma a otro idioma,
de una lengua a otros ojos,
de un caracol dormido en el centro de una hoguera,
de una nube, de un rito, de una sombra
a la música opaca del latido,
a la sabiduría del corazón de un álamo,
a la luz,
a la fresca tiniebla donde el sonido
/vuelve a desgajarse
como un buque herido en medio de su ayer.
Trescientas voces forman este coro
y son sólo un crepúsculo.
Trescientas alamedas componen este bosque
y son sólo una penumbra verde que se
/aleja de las palabras
muertas,
del pan que endureció en la orilla
o sobre el pecho de un niño aborrecido por el alba.
No tuvieron principio. No hubo origen.
Fueron como la nada de las cenizas del olvido.
Si cantaron, fue en la mazmorra del demiurgo;
si dijeron, un horizonte de azabache
/fue su único testigo.
Y vienen a pedir, ahora, qué.
Piedad, acaso apostasía,
un cántaro de azufre y niebla.
Para ellas, para su madre espuria.
Una alberca con amapolas muertas en el fondo.
Un panal abatido por el fuego santo.
Y perdón, un gran perdón, siempre perdón,
para el andrajo de hombre que las
/privó de su inocencia.

(del libro «Días como son», Buenos Aires, 1995)

Mendoza, 1925 – Buenos Aires 2007. Publicó entre otros los siguientes libros: Rumor de vida, 1948; Las flechas azoradas, 1955; En estos días, 1963; Consagración de los días, 1983; Días como son, 1983; Opus cero – Ediciones Cinco, 2002; Muere un poeta – prosa.

PUBLICADO EN EL Nº 11 INVIERNO 2007

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