martes, 29 de septiembre de 2009

Bob Dylan Rock and Roll, ritmo sin barreras

Por Susana Fernández Sachaos



Yo nunca me equilibro en el centro,
voy de un extremo a otro sin quedarme
en ninguno de los dos lados por mucho
tiempo. Soy feliz, desgraciado, alegre,
deprimido, centrado, desplazado, me
paseo por la altura de los cielos o desciendo a lo más profundo de la tierra.

Bob Dylan

Robert Allen Zimmerman (a) Bob Dylan
Bob Dylan, con otros alias tales como Robert Milkwood Thomas, Bob Landy, Juez Magney o el inquietante y simple Alias, poeta de la contracultura estadounidense, fue uno de los portavoces de una generación que creyó poder cambiar el mundo. Nació en Duluth, Minnesota, en 1941.
Había aclarado en una entrevista que le hicieron en Chicago, en 1965, que su sobrenombre Dylan no tenía que ver con el nombre del poeta galés Dylan Thomas sino que fue producto de un cambio en la forma de deletrear el de su tío Dyllon.
En 1961 llegó a Nueva York, en ese momento metrópolis contracultural por excelencia, con una guitarra y un sombrero por equipaje: “Blandiendo mi vieja guitarra/ me aferré a un vagón de metro/ y después de un ajetreado viaje/di con mis huesos en el centro de la ciudad/ en Greenwich Village.”
Hasta ese tiempo había estado aprendiendo canciones rurales de expertos bluesmen y escuchando historias que le contaban lugareños de las distintas ciudades por las que pasaba. La consecuencia más fuerte de este preámbulo al período neoyorquino es su encuentro con Woodie Guthrie. Aprende de memoria todas las canciones de Woodie, que en ese entonces se encuentra postrado en un hospital. Esta amistad marca a Dylan, sobre todo porque Guthrie le muestra la situación paradójica de la sociedad norteamericana: un país saciado de riqueza enfrentado a los ghetos negros del norte y a la gente de color del sur que vivía bajo el peso de condiciones semifeudales.
La primera vez que cantó en Nueva York, en el Gaslight, lo hizo acompañado por su maestro de ceremonias Dave Van Rock. En ese lugar “podían desde acuchillarte a meterte la cabeza en el inodoro, por pura violencia nada más”, según palabras del propio Dylan. Él restauraba el clima destructivo poetizando: “¿Cuántas veces ha de mirar un hombre hacia arriba para poder ver el cielo? / ¿Cuántos oídos debe un hombre tener para oír los lamen-tos del pueblo?/ ¿Cuántas muertes más habrán de tomarse para que se sepa que ya son demasiadas?/ La respuesta está sonando en el viento […]” (Blowing in the wind).
Si una virtud ha caracterizado a este cantautor es la tenacidad. No fue fácil su principio en la escena; tuvo que hacer valer su corta estatura y su fraseo desmañado. Vivió muy malos tiempos, tiempos de drogas. Dice en Taubourine man: “Llévame de viaje sobre tu mágica nave turbulenta./ Mis sentidos han sido despojados/ mis manos no pueden cerrarse/ mis pies, insensibles para caminar, / sólo confían en mis talones para vagabundear, […] Hazme luego desaparecer tras los anillos de humo de mi mente”.
Dylan sacó su primer disco, Bob Dylan, en 1962, doce canciones de procedencia y autoría distintas, con producción de la CBS, John Hammond. Esa es la época de Jack Kerouac dentro del selectivo momento neoyorquino, de Allen Ginsberg y sus recitales en el café “Wha?”, y de otros más o menos próximos como el fotógrafo Dana Stone, los escritores Henry y Arthur Miller, las cantantes Joan Baez y Janis Joplin. Mucho lado oscuro en ese tiempo, mucha droga; sin embargo, Nueva York representó para Bob Dylan la mejor y más fuerte fuente de inspiración. Usó distintas actitudes, desde aquella imagen de muchacho desvalido con su sombrero ladeado, su guitarra y su armónica, hasta llegar allí, a Nueva York, que entonces era Greenwich Village, capital del rock and roll, donde vivió como un hipster. Se oponía a todos y a todo recorriendo varios cafés del Greenwich: “Gaslight”, “Wha?”, “Gerde’s Folk City”, en donde compartía el escenario y las noches con Tom Paston, Arlo Guthrie, Jack Elliot.
Los años sesenta son frenéticos y excitantes. En 1964 escribe una canción clave en su trayectoria, un himno que dominará los tiempos, “The times They are AChangin” que a su vez es título de un álbum con canciones de denuncia social y baladas intimistas.
En1966, Dylan se ha transformado en un músico reconocido por los jóvenes estadounidenses, sobre todo por profundizar en sus letras las ideas de esa juventud.

Rock and roll, ritmo sin barreras

El rock se impone en el espíritu de Dylan durante una gira que hace por Inglaterra; antes había sido considerado l’enfant terrible del folk.Ya había declarado que el folk era la excusa para llegar más fácilmente al rock.
Vietnam, 1965, el lema “Haz el amor y no la guerra” corren contemporáneos a la juventud de Bob Dylan, así como también el hippismo y sus manifestaciones contraculturales con un no rotundo a la individalidad, con todo el favor para lo colectivo.
También de estos años: su famoso concierto en el Carnegie Hall (1967) en homenaje a Woodie Guthrie, muerto ese mismo año; su vida recluida en Woodstock, el paraíso de la paz hippy nacido en el festival del mismo nombre durante los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969; el concierto benéfico para los refugiados de Bangladesh, organizado por el ex beatle George Harrison en el Madison Square Garden, Nueva York, agosto de 1971, donde Dylan con su guitarra acústica y su armónica empieza su ovacionada actuación con A hard rain’s a gonna fall (Una dura lluvia va a caer): […] “Voy a volver antes de que la lluvia de estrellas caiga/ iré hasta el fin del más profundo bosque negro/ donde la gente es mucha y sus manos están vacías” […].
Durante los años ochenta y noventa Dylan sigue fiel a su manera de hacer música rockera y poesía para sus letras, teniendo en cuenta al individuo, asustado por un destino absurdo.
En octubre de 1991 la buena estrella de Dylan parece haberse terminado por su patética intervención en los conciertos “Leyendas de las guitarras de Sevilla”, que lo muestra en una mala noche, prácticamente acabado. Sin embargo, su carisma seguía firme. En los años noventa se suceden los reconocimientos. Parecía cumplirse lo que él dijera en una de sus canciones: “Estoy yéndome, yéndome/ he llegado a un lugar/ donde el sauce no se inclina,/ no hay mucho que decir,/ es el principio del fin. /Estoy cerrando el libro/ las páginas y el texto. /Tu biografía, si estás vivo/ no termina con un punto/ sino con puntos sus-pensivos…”
Fueron versos proféticos: hace poco, en 2004, ofreció un concierto magistral de rock ante una generosa audiencia en la Plaza Mayor del Poble Espanyol, Barcelona. La mayor sorpresa de esa noche fue que Dylan tocó el piano después de diecisiete años de haberse negado a utilizar ese instrumento.
La intensa vida de este cantautor del fabuloso mundo del rock ha sido materia de innumerables obras que tratan tanto su biografía como su vasta discografía.
Paradójico y portentoso Bob Dylan, por siempre estaremos agradecidos por tu manera de hacer música y poesía para tus letras, por la fuente inagotable de tu arte.


Referente bibliográfico de este trabajo:

Vicente Escudero, Dylan, luces y sombras, Editorial La Máscara, Valencia, España, 1993
Selección de la autora.



PUBLICADO EN EL Nº 8 Tercera Época Primavera 2005

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